jueves, 30 de enero de 2014

Lágrimas de fuego.

Los azules ojos de Marlene brillaban como nunca, pero esta vez no era un brillo de alegría, era un agobiado brillo de humedad que reflejaba el vivo fuego que tenía delante, un brillo desesperado a no poder más. De aquellos brillantes ojos huían lágrimas de manera desordenada e imprevisible, lágrimas que empapaban su cara sucia. Su coleta rubia había desembocado en una algarabía de mechas grises cenizosas acompañadas de una expresión facial de dolor comparable a la obtenida con la tortura más cruel que jamás haya sido vista. Sus rodillas se clavaban en la tierra presa de sus uñas y mientras más fuerza hacía más grande era su dolor.

No podía creer que su vida entera estuviera desapareciendo delante de sus narices sin que ella pudiera hacer otra cosa que volverse loca de dolor... Aquel fuego se lo llevaba todo, ni una sola cosa podría salvarse de allí, todos sus muebles, sus álbumes de fotos, aquella pequeña colección de monitos de peluche y, lo peor de todo, el amor de su vida. Su boca sólo sabía decir "no" pero su cabeza sabía que aquello no tenía solución.

La mente comenzó a hacer de las suyas y los recuerdos de toda una vida junto a él rondaban a su alrededor... La primera vez que aquella Marlene de tan sólo ocho años lo vio, quedando totalmente enamorado de él, aquella primera clase juntos, tantos viajes como hicieron, aquel accidente de coche y algún que otro concierto... Todos esos recuerdos se quemaban con él sin remedio alguno, sin que las lágrimas de Marlene pudieran apagar aquel abrasador fuego.

La noche moría y el fuego con ella. Los primeros rayos de sol se reflejaban en aquel atril que quedaba en pié en mitad de las ruinas de madera y mareas de ceniza agitadas al viento. Marlene que, con aquel sol naciente comprendió que la vida no esperaba a que ella terminara de llorar, secándose las lágrimas y con paso lento y pesado se acercó a verlo por última vez, aunque sólo fueran sus restos calcinados. 

Y ahí estaba él... Bueno, lo que quedaba de él... Tan sólo se apreciaban cuatro cuerdas deformadas por el calor y unos cuantos tensores aún calientes... El rojizo barniz se había convertido en grises cenizas...

Cerca del atril encontró la última partitura que llegó a tocar con él, "Spiegel im spiegel", casi calcinada, y esta comenzó a sonar en su cabeza mientras todo se desvanecía poco a poco... Qué tranquilidad... Podía imaginarse una vez más tocándola con el amor de su vida, su violonchelo... Hasta que calló sobre los escombros. Quizás fue culpa del agotamiento o quizás fue el respirar demasiado humo... Pero quien sabe, a lo mejor fue la pérdida de lo que mas apreciaba lo que la hizo morir junto con aquel último acorde.




sábado, 25 de enero de 2014

A veces...

A veces necesitamos interiorizar, buscar dentro de nosotros mismos, aislarnos por un momento del mundo material y olvidar todo lo que dicen ser "importante" en esta vida, cosas como el dinero o las posesiones... Gilipolleces, digo... Buscar lo que verdaderamente nos llena, lo que realmente nos puede hacer conocer eso a lo que llamamos felicidad. Para ello debemos dejar, aunque sólo sea por una vez, el mundo en negro, apagado.  Buscar en nosotros, encontrar y sacar ese pequeño YO lleno de ilusiones y sueños y preguntarle qué quiere hacer, en qué le apetece gastar el tiempo que nos ha tocado vivir y, cuando lo veas sonreír, entonces podrás hacerlo tú.




*No os lo he dicho aún, creo, pero para los que no lo sepáis,
 la musiquilla que suena de fondo  es el cuarteto nº 8 de 
Shostakovich por si queréis buscarlo, tenerlo, etc. 
Para mí es una de las maravillas del mundo, realmente.