sábado, 21 de junio de 2014

A - mar.

Víctima de caer en la típica comparación, pude decir que cuando sus ojos me miraban fijamente yo veía el mar, no por ese color feroz como el rugir de las olas, si no porque me hacían querer ahogarme en cada centímetro de su cuerpo... En cada una de las vueltas que daba su pelo... En aquel intento de sonrisa que se veía interrumpido por el placer.

Y es que el mar es tan bello... Tan inmenso y tan de ensueño... Pero a la vez es la furia más grande y fuerte que se encuentra un marinero... El peor terror... La muerte más solitaria...


Quién iba a decir que aquel modelo de fotos maravillosas... El anaranjado rosa de las puestas de sol o el brillante azul que da frescor a los días de más calor... Quién iba a decir que podía ser aquella enorme fuente de desgracias y tristezas vitales a la vez que mortales... Quién iba a decir que aquellos ojos en los que tanto me gustaba ahogarme no estaban llenos de otra cosa que agua de la fuente de la soledad... Agua que tiene la maldición más dura, la de hacer de ti alguien que no sabrá volver a amar.



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