domingo, 1 de junio de 2014

No todos los finales son felices...

El tiempo pasaba despacio para ella que, entre sus rodillas inquietas, miraba el suelo gris de la estación, en el que goteaban sus lágrimas. Volvía a mudarse, siempre igual... Siempre con el corazón hecho pedazos y la cara húmeda. Cuántas veces la engañaron... Era raro que un chico fuera perfecto, ¿no?
Siempre en la misma situación y lo peor, siempre el mismo recuerdo, él... Por qué lo dejaría escapar... Aún recuerda aquella despedida...

       -¿No te fías de mí?
       - Siempre lo he hecho... Pero... La distancia...
       -¿La distancia qué? ¿Te hace dudar?
       - Yo creo que es mejor, para ti y para mí...
       - Pues claro... Cómo no... Siempre es más fácil amar a alguien que 
         está cerca, ¿no?
       - Un descanso... No sé... ¿Cómo sé lo que es amar si sólo he amado a una 
         persona?
       -¿En serio? No puedo... Entonces... ¿Es un adiós?
       - No, es un hasta pronto.
       - Ya.


Para él, los minutos pasaban como si fueran segundos, todos los trenes pasaban menos el suyo. El agobio y los nervios le tenían preso... Siempre había tenido esa vida tan agitada, de arriba para abajo, de una punta a otra del país pero, como siempre, solo... Una vida muy animada, pero triste... Nunca había nadie capaz de seguir ese ritmo.
No sabía que lo había llevado a ser de esa condición... El amor no le fue bien e igual eso le empujó a volcarse en lo profesional y abandonarse aún más.

Los trenes dejaron de pasar y él, sin saber que hacer con sus nervios, clavó la vista en la chica cabizbaja del banco de en frente. Pudo ver, tras retirarse ella el pelo, cómo sus ojos rojos brillaban por las lágrimas y se acercó por si podía ayudarla.


      - No suelo traer pañuelos de papel, pero hoy es tu día  de suerte, toma uno.
      - Gracias.

Ella se levantó a coger aquel pañuelo que le ofrecía el chico de la corbata y ambos se miraron a los ojos.  
Al mirarse, aquel chico perdía diez años y su traje... Volvía a llevar aquella sudadera de Nirvana y esos vaqueros rotos, mientras ella volvía a recuperar aquel tinte color verde, recuerdo de sus locuras de juventud...

Ella no se lo pensó dos veces y se lanzó a besarle en un abrazo de necesidad, mientras él no paraba de recordar aquella última frase que tantos puñales le había clavado en el pecho... "No, es un hasta pronto." 


      - Pensaba que no te volvería a ver... Te necesitaba.
      - Tú lo dijiste, "hasta pronto"... Han pasado diez años...
      - Los peores diez años de mi vida y sólo por dejarte ir.

Los dos quedaron en silencio en un abrazo inmenso el cual ella, no quería terminar nunca, pensaba que su triste vida de engaños había terminado y quería que él fuera de nuevo su vida... Pero el tren llegaba y la vida continuaba.

      -Es mi tren, tengo prisa.
      -¡No! No me dejes nunca...
      -¿Sabes? Tu hasta pronto siempre ha estado en mi cabeza y, ahora que ya se ha 
       cumplido, me siento con fuerzas para decir adiós.
      -No, no puedes dejarme otra vez... ¡Por favor!
      -No todos los finales son felices, pero al menos nos enseñan una lección y 
       contigo aprendí que, quien de verdad te quiere, no te deja marchar ni una 
       sola vez.





1 comentario:

  1. ¡Wow! Me alegra mucho que estas cosas despierten sentimientos en las personas. Muchas gracias, de verdad.

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